Por Juan Danell Sánchez ⁄ FOTO: SOStenible
Sus recuerdos la llevan por la neblina espesa, fresca en el verano, helada en el invierno, de la Sierra Nororiental de Puebla; allá en su natal Cuetzalan, donde su abuelo, náhuatl de cepa pura, Don Pedro Bautista Vázquez le enseño los principios básicos, fundamentales, de la relación que ella debe tener con su entorno, con las plantas de café y con la milpa. Julia contaba cinco años de vida y por aquel entonces el trabajo del corte del aromático y las labores culturales del maíz, fueron escuela, juegos y doctrina que armoniza su ser con la naturaleza.
Hoy tiene 29 años de edad Julia Bautista Aponteno, es ingeniera agrónoma bilingüe porque se comunica en náhuatl, su lengua madre, y en español, egresada de la Universidad de Jonotla, municipio también enclavado en la sierra. Representa la Cooperativa Chicomostoc Esencial, cuyo objetivo es la elaboración de aceites esenciales, curativos. “Estamos en proceso de este proyecto que calculamos empiece a rendir frutos en un par de años, o quizás tres, conforme avance el tiempo y nosotros vayamos aprendiendo en nuestro andar” explica.
Y aunque en los tiempos actuales va con menos frecuencia al corte de café y a la milpa, ella tiene bien claro que para realizar esas tareas se tiene que presentar con respeto a la Tierra: “me peino antes de ir a la recolección, y hay que darle una bendición a la planta y pedirle permiso, sobre todo, porque ella está viva y tiene su propio lenguaje, que es la reacción que va a tener ante la maniobra que se le va a dar: siempre hay que pedir permiso antes de entrar, porque dentro de ese entorno no sólo vive la planta, viven infinidad de insectos de los grandes hasta los más pequeños, y todos tienen vida”.
La expresión de su rostro se adorna con una sonrisa sencilla y habla de sus gratos recuerdos de los años que vivió con su abuelo que le enseñó a querer y respetar a la tierra, porque ella da de comer, “y ese conocimiento hace que no muera, que viva en mí, es muy importante”. Con la remembranza hace de las palabras una caricia al describir su experiencia de cortar café; “es algo muy suave, como el rose apenas de la piel con la planta, que deja una grata sensación, y que uno quisiera que experimentaran otras personas. Ahí está el campo y sólo hay que saberlo cuidar”.
Para los náhuatl es muy importante hablar con las plantas y la naturaleza, porque también tienen vida y también tiene su propio lenguaje, sólo hay que quererlo escuchar y entender, así lo define Julia, porque así lo siente. Ahora emprenden un proyecto para formar una cooperativa en la región serrana, donde ya se tiene experiencia en ese camino de organización colectiva.
Recuerda por conversaciones de la gente mayor del pueblo, que el origen de las cooperativas en la región tuvo que enfrentar el disgusto y oposición de políticos locales, acaparadores y caciques.
“Como gente nacida en la comunidad, cada acción tiene un efecto, y quizás, en su momento cuando hubo ciertas cosas, quizás mis padres, mis abuelos, no lo percibían, pero ya son otras generaciones y estamos en otras épocas, pero también, en qué calidad de época estamos viviendo, y yo, a manera de conciencia, creo que siempre se tienen que vincular las cosas y nunca debemos olvidarnos de que la tierra nos da el alimento, y lo que comemos es lo que somos, reflexiona”.
¿Mantener siempre el equilibrio hombre-naturaleza?
Es muy importante y primordial, es lo que yo hago énfasis en eso, que a la naturaleza no se le debe explotar, sólo extraerle lo que necesitamos, pero no sobreexplotarla, si no, también, va a tener un efecto. En lo personal, y la cooperativa también, eso es lo que tenemos en mente y sobre todo la conciencia, y hacer conciencia en la demás gente, porque a veces, como decimos; “dinero puede surgir de la noche a la mañana”, pero ir viendo cómo lo vamos a ir obteniendo poco a poco sin dañar este ecosistema que nos rodea. Si no, imagínese, los turistas ya no van a ir a visitar Coetzalan.
Si lo sobrexplotan se va a acabar…
Mucho tenemos que respetar la planta, nos vamos a dar cuenta, porque cuando la planta va a tener un efecto, y es cuando nos va a decir “espérate, aquí ya no se puede”, eso lo debemos respetar, esa parte de la planta.
¿Cómo le van a hacer para equilibrar esa parte, una vez que estén insertos en el mercado, que cada vez es más demandante?
Claro, el mercado va a exigir, pero también nosotros debemos saber frenar ese mercado, nos pueden pedir muchos litros, 5, 20, 100, pero sí sé que no puedo dar tal rendimiento, también yo debo decir “está bien, aquí tengo este límite”, y nadie me puede obligar a decir “quiero tantos litros” y sobreexplotar lo que tengo.
¿Permitirían que alguien más llegara a hacerlo?
No, como cooperativa, no. Y mi comunidad tampoco lo permitiría.
¿Cómo definen beneficio?
Es un bienestar tanto para la naturaleza como lo que uno necesita, lo básico.
¿Lo básico?
Es tener una casa digna, porque es importante, pero sobre todo la unión familiar. En algún momento vemos que este proyecto va a impulsar, también, a hacer conciencia en los niños, en los jóvenes, eso es parte de los objetivos; que resulte el dar esta conciencia de que no necesitas tener tanto para ser feliz. Que puedes tener muy poco, pero saberlo aprovechar, y eso como consecuencia te va a llevar a un bienestar físico, sicológico, en todos los aspectos.
¿Qué piensas de que las personas de las comunidades caminen descalzas en la sierra?
Caminar descalzos es esta parte de tener una conciencia, es algo metafórico; decir caminar descalzo, es decir; “si vamos a caminar juntos es ver de qué manera va a tener efecto en nuestra actitud sobre una cosa, en este caso en una planta”. Además, sentir la tierra, porque si no la sientes, no estás. Si tienes un tacón ¿Cómo la vas a sentir? Vas a enterrar tu tacón en la tierra, la vas a herir, eso se me hace ilógico, lo veo inexplicable que me digas que no quieras pisar la tierra con tus pies descalzos: eso es algo absurdo, ilógico.
Para Julia el trabajo del campo es más como un oficio, “naces dentro de él, y aprendes todas las técnicas que te van transmitiendo”, afirma y explica: “yo también me adapto a la ciudad, porque viví en ella, y es otro ritmo, pero si no hay lo uno, tampoco hay lo otro, y se tiene que aprender. Y en esa parte lo importante es el querer hacerlo. No engañarse a sí mismo, con decir que me gusta y sólo decir “lo quiero hacer’”.
Por ello la gente de su comunidad serrana entra al campo muy temprano, aunque eso, también, depende del clima, porque a veces llueve y no se puede recolectar, pero en días regulares, a las 7 de la mañana ya están en el campo y ahí permanecen hasta las 6 de la tarde. Y son identificados como parte del sector social de los más pobres del país.
Julia Bautista no duda en precisar que, en las comunidades de su región, las personas piden poco por el producto de su trabajo, pero hay mucha necesidad del querer tener; “pero si se tiene alimento, escuela, transporte, salud… Por eso me cuesta decir es tanto, inclusive, estos aceites sirven para curarnos, sería un tanto contradictorio decir ‘voy a querer tanto, cuando tengo la medicina en mis manos y no la sé aprovechar’, no sabría estimarle, pero sí estamos en esos análisis, desde cuánto tiempo se invierte en recolectar, en el crecimiento de la planta, la producción del aceite; todos esos procesos cuentan, estamos en ello para definir en cuánto vamos a vender el litro de los aceites”.
Comenta que las inversiones pueden ser muchas, pero el esfuerzo no tiene precio, la entrega que se tiene al hacer un trabajo no tiene un costo, se lo tienes que estimar porque es una necesidad de venderlo, pero si no existiera esa necesidad de vestir, de calzar, de ir a la escuela de comer; todo sería relajado.
Mientras tanto los náhuatl organizados en la Cooperativa Chicomostoc se preparan para extraer de manera racional aceites esenciales de canela, pimienta, romero, estafiate, tomillo, albahaca, hierba santa, telimón y manzanilla, que son las plantas que tienen en su región para ser aprovechadas en esta rama productiva.