Por Ángel Gurría*
Este año, hemos enfocado nuestro informe en la fortaleza del marco macroeconómico, pero sobre todo en cómo incrementar la productividad y promover un crecimiento más incluyente, dos de los desafíos más grandes de nuestro país.
Un contexto complicado
México está enfrentando un momento difícil. El panorama económico internacional sigue estando muy complicado. La economía mundial lleva 5 años atrapada en una “trampa” de bajo crecimiento, con un dinamismo decepcionante marcado por tasas anuales de crecimiento estancadas en torno a un 3%. Para 2017 prevemos apenas una ligera mejoría a 3.2%.
Y es que la economía internacional ha entrado en un ciclo perverso en el que las expectativas negativas debilitan los planes de inversión y producción del sector privado, al mismo tiempo que se recorta la inversión pública, reduciendo el gasto y limitando los incrementos del producto potencial. Esto ha resultado en el desplome del crecimiento de los flujos de comercio internacional, la productividad laboral y los salarios.
Debido a este contexto mundial tan complicado, México ha tenido que enfrentar varios vientos en contra, como el colapso de los precios del petróleo, una política monetaria restrictiva en Estados Unidos y la depreciación importante del peso. Adicionalmente, expectativas de cambios en las políticas de comercio exterior están creando una nueva fuente de riesgos e incertidumbres para la economía mexicana. De hecho, a raíz de este acontecimiento, la OCDE decidió revisar a la baja sus previsiones de crecimiento para México, ubicándolas en un 2.2% para 2016, 2.3% en 2017 y un 2.4% en 2018.
A pesar de estos factores desfavorables, la economía mexicana sigue creciendo a paso moderado pero constante, impulsada principalmente por la demanda interna. La fuerte depreciación del peso ha aumentado la competitividad de las exportaciones mexicanas no petroleras y no ha aumentado de manera significativa la inflación.
La depreciación también está teniendo un impacto positivo en la balanza fiscal, gracias a los ingresos petroleros denominados en dólares y la baja exposición a la deuda en moneda extranjera.
A estos factores positivos se suma una expansión del crédito combinada con aumentos moderados en los salarios reales, el empleo y las remesas. Nuestro análisis también revela un aumento en el poder adquisitivo, en parte como resultado de las recientes reformas estructurales que han reducido los precios a los consumidores, especialmente en los servicios de electricidad y telecomunicaciones.
De hecho, los precios de los servicios de telecomunicación se redujeron cerca de un 23% entre 2013 y 2015; los precios de las llamadas de celulares en 32%, mientras que los precios de las llamadas de larga distancia se redujeron en 40%.
Además, los servicios de internet en los hogares crecieron en un 12.5% y las personas con internet en su teléfono móvil pasaron de 23% 2013 a 54% en marzo de 2016. Por otra parte, los precios internacionales y de la Mezcla mexicana aumentaron de 20% en los últimos 3 meses, un aumento que se reflejó en los precios de la gasolina.
Gracias a las reformas, la productividad ya está creciendo en algunos sectores claves, como el sector energético, el financiero y el de telecomunicaciones. De hecho el crecimiento del 10% de las empresas con mayor productividad total de los factores se ha acelerado, mientras que el largo declive de la productividad en el 90% restante se ha estabilizado. Además el diseño institucional se ha mejorado con el nuevo Comité Nacional de Productividad, una autoridad de competencia reforzada y reguladores sectoriales con un mandato claro. Estos son avances muy importantes, pero falta mucho por hacer.
México sigue enfrentando grandes desafíos económicos y sociales. Sobre todo nos preocupa que el nivel de crecimiento actual no será suficiente para terminar con las enormes desigualdades. Nuestra economía tendría que estar creciendo por arriba del 5% para poder generar las oportunidades que necesita la sociedad mexicana. Pero no podremos crecer a esas tasas con los niveles de pobreza y desigualdad que tenemos hoy en día; con los desequilibrios de productividad de nuestro sector empresarial. Hay que romper ese círculo vicioso.
Ahora las políticas económicas tienen que enfocarse en la redistribución de oportunidades, de educación, de capacitación; redistribución del ingreso entre una economía moderna altamente productiva y una tradicional con baja productividad; redistribución de recursos productivos, más acceso al crédito y apoyos para el desarrollo tecnológico; redistribución de incentivos para fomentar la formalización; redistribución de oportunidades y poderes entre hombres y mujeres.
Este es uno de los grandes pendientes. Las desigualdades de género constituyen uno de los mayores obstáculos al desarrollo de México. El gobierno ha impulsado cambios muy importantes para mejorar la participación de las mujeres entre 25 y 53 años en la fuerza de trabajo. Sin embargo, con un 55% de participación de las mujeres, México sigue estando por debajo del promedio de la OCDE (72%) y muy por debajo de la participación de los hombres mexicanos (94%).
Como destaca el estudio Construyendo un México Incluyente: Políticas y Gobernanza para la Igualdad de Género, que presentaremos con INMUJERES, el empoderamiento económico de las mujeres es una de las políticas más eficaces de desarrollo sustentable.
La inclusión de las mujeres en la actividad económica puede ser un motor muy potente: los estudios de la OCDE muestran que si para el año 2040 se redujera a la mitad la brecha de género en materia de participación en el mercado laboral, el PIB per cápita podría aumentar en 0.2 puntos porcentuales al año respecto de las proyecciones de base. Esto equivaldría a un aumento de 1,100 dólares per cápita hacia 2040, uno de los mayores aumentos proyectados entre los países OCDE.
Por ello el Gobierno debe continuar reforzando las leyes para combatir la discriminación en el salario, el reclutamiento, la capacitación y la promoción y retención de las mujeres talentosas; incluyendo la utilización de las cuotas de género. Esto debe acompañarse de una estrategia nacional para combatir la violencia de género y la promoción de estereotipos sexistas, especialmente en la televisión y otros medios masivos de comunicación.
Para avanzar hacia estas metas y construir un país más incluyente, más productivo y más exitoso, va a ser muy importante aumentar el gasto social. Esta es una de las recomendaciones centrales del estudio. El nivel de gasto social en México es demasiado bajo para terminar con la pobreza y reducir las desigualdades. De hecho es de los más bajos de la OCDE como porcentaje del PIB. El país necesita de un gasto social mayor y mejor orientado, que permita fortalecer los programas de combate a la pobreza, salud, educación, desarrollo de competencias, activación y formalización laboral y seguridad social.
Para que esto sea posible se tendrán que dar pasos contundentes para aumentar la recaudación, reducir la evasión fiscal, mejorar la seguridad y combatir la corrupción. Para que las reformas den sus mejores frutos, para que los emprendedores puedan emprender, para que los gobiernos puedan ejercer mejor el gasto público y mejorar el bienestar social, es esencial abordar los altos niveles de inseguridad y corrupción del país.
El Gobierno de México está dando pasos importantes en este sentido, con las reformas del sistema judicial, el fortalecimiento de la Auditoria Superior de la Federación y la aprobación del Sistema Nacional Anti-Corrupción, entre otros. El trabajo conjunto con la OCDE en materia de compras públicas, mejora regulatoria e integridad, también está dando frutos. Hay que intensificar estos esfuerzos. Hay que hacerlos efectivos en el ámbito local. Sólo así saldremos adelante.
La macroeconomía de México es sólida y está bien administrada, la política monetaria es adecuada y autónoma y se conduce de manera responsable, las reformas están comenzando a dar resultados. México está mejorando su capacidad de crecimiento desde adentro. Pero hay mucho más que hacer para transformar las reformas en crecimiento incluyente. Hay que hacer mucho más para terminar con la pobreza. Hoy más que nunca, la política económica de México tiene que estar enfocada en la redistribución del ingreso, de las oportunidades, de los factores de la producción.
México debe de poner el nexo productividad-inclusión en el corazón de su política económica. Este es un mensaje constante en nuestro Estudio. La OCDE seguirá apoyando los esfuerzos de México por construir un país más incluyente, más sustentable y más exitoso.
*Secretario General de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)