PLANETEANDO
Por Francisco Vázquez Salazar ⁄ FOTO: IXBALANQUÉ DANELL PÉREZ
Acorde con la política de la cosificación, de vea, lea (publicidad) y compre este día y siempre, han surgido las campañas electorales con su repetitiva frecuencia de mensajes en todo tipo de formatos. Toca detenernos en el visual, en particular en el que ocupa bardas, postes, vallas, espectaculares, vehículos y todo lo que pueda portar un mensaje.
A propósito de la conformación de la Asamblea Constituyente que deberá redactar la Constitución de la Ciudad de México, se ha dejado sentir una oleada de mensajes electorales que, por ser tantos, lo único que garantizan es la confusión en el grueso del electorado. Las propuestas son parecidas (en un esfuerzo fundacional difícilmente se apartan los propósitos de manera radical), pero cambian los actores que las enarbolan, y si sumamos que son 100 los diputados a elegir ahí le encargo el caudal de ideas, dichos, confrontaciones.
En lo más vivo de las contingencias ambientales recientes de la capital del país, surge una feroz campaña visual que parece una idea genial pero que por sus clichés y abuso de mensajes se topa con el fastidio y el hartazgo acendrado por percibirse como otra forma de contaminar.
Eso del Poder Chilango que promueve el Partido de la Revolución Democrática (PRD) para captar propuestas de los capitalinos y que los ciudadanos salgan a votar a favor de sus candidatos el próximo 5 de junio trae más ruido que de costumbre.
El uso desmedido de bardas en la ciudad para dar a conocer este dizque Poder Chilango y su ridícula aspiración de Felicidad Chilanga representa una descarada contaminación visual que pudiera tener mucho menor impacto si, por ejemplo, dedicara una parte de los metros cuadrados que se agandalla para colocar útiles mensajes ciudadanos.
En grandes formatos, con los característicos tonos negro y amarillo, ¿a qué le suena eso de chilango? De plano un genio compró el término y de manera subrepticia nos ha convencido de que eso somos, chilangos para los de dentro y fuera, por muy despectivo que el término se tenga en el interior de la República.
Además de las bardas, con mantas desplegadas en casas y comercios, nos dan poder, el Poder Chilango, peculiar porque seguramente ha de ser intergaláctico, una potencia no revelada en la teoría cuántica de Einstein, una fuerza infinita, superior a todo lo que exista en esta contaminada ciudad.
¿De qué humor hay que estar para soportar estas grotescas pintas? No es consuelo decir que se irán pronto con las campañas –puede ser que el Poder Chilango subsista porque ganan sus representantes, y eso será otro boleto–, puesto que la atención se centra también aquí en el desprecio con que se mira a los demás, por quienes hay que sacar buenas ideas de la chistera para que no volteen a otros lados y depositen allá sus votos.
“Cuando te das cuenta del poder que tienes, las cosas comienzan a cambiar”, dice lo que puede ser el eje central de los mensajes de su plataforma. Es decir, aquí comienza el mundo, lo de antes, lo que una vez se propuso, no tiene sentido; hoy eres otro porque te decimos, en enormes bardotas, que tienes poder, te lo crees y nos votas.
No es el fin de este texto analizar la efectividad de la campaña promocional de Poder Chilango, entre cuyos fines destaca captar directamente propuestas ciudadanas para llevarlas al ejercicio constituyente. Ponemos atención a ésta por varios factores: el despliegue visual que se demuestra en muchas bardas, el provenir del partido que ha gobernado en la CDMX en casi los últimos 20 años (seguramente la mayoría de los anuncios está obviamente en los territorios que administran) y el llevarse a cabo en medio de un humor ciudadano influenciado por los recientes acontecimientos relacionados con la contaminación ambiental.
Sería otra la historia si en el contexto de esta parafernalia hubiera la sensatez, por ejemplo, de dedicar un 20 por ciento de los espacios contratados a mensajes a favor del medio ambiente de la CDMX, algo así como recomendaciones que apelen a la solidaridad con la ciudad y fomenten buenas prácticas entre sus habitantes. Pudieron anunciar que cedían estos espacios ante una situación extraordinaria.
Pero no, ni los creadores o creativos de Poder Chilango, ni nadie, ha cargado con una actitud de este tipo. De lo que se trata es de ganar las elecciones y que sean más las cuotas de poder a su favor (remuneradas o no, al fin poder).
Por eso allá van, al asalto de la ciudad, a contaminar visualmente, distraer al automovilista, reducir las visibilidad de las señales de tránsito, ensuciar el paisaje, aportar al mal humor del ciudadano y confirmar que la CDMX navega caótica, sin cuidado (de sus autoridades, primordialmente) por su arquitectura, reconocimiento de su trayectoria ni respeto primario a quienes aquí vivimos y que al caminar o trasladarnos vemos indefectiblemente lo bello o lo feo de las cosas.
fvs10@hotmail.com