Planetenado
Por Francisco Vázquez Salazar ⁄ FOTO: Ixbalanqué Danell Pérez
Fue presentada la nueva norma ambiental relacionada con la verificación vehicular en el Valle de México y estados circunvecinos, y aunque puede tratarse de una innovación en política pública lo cierto es que se hace en medio de viejas prácticas para cuyo combate no hay contundencia.
Aún antes de hablar de lo que prevalece en el fondo (como la falta de acciones contra empresas contaminantes asentadas en corredores plenamente identificados hacia el Estado de México y el pésimo transporte público que hay en la región), debe anotarse, desde ya, que la medida acentúa la preferencia por el auto, ante lo que la industria y las distribuidoras se frotan las manos.
Los modelos 2016 en adelante gozarán de cuatro años de exenciones para verificar, y hacia allá querrán ir todos… los que puedan. Como apunte, que quede claro que otra vez los de menores recursos, los que viven en la periferia, los que ocupan hasta cuatro o cinco horas para sus traslados diarios se van a joder, no así los que, con dinero en mano, puedan ir a embarcarse por un coche nuevo. Sume a esto, como nos hace notar una lectora, que se dispararán créditos automotrices como prioridad de gasto en los hogares promedio, dejando de ver otras necesidades de crecimiento personal y familiar con el riesgo de lastimar la precaria economía de la mayoría.
Porque comprar un nuevo auto no sólo implica lo que por unidad contamina, sino que afecta la movilidad en una ciudad caótica como la nuestra, con déficit de cajones de estacionamiento, horas pico que se han vuelto horas ordinarias y largos traslados entre oficinas y domicilios de los empleados. Esta ecuación se traduce en embotellamientos, dobles filas, lentitud de tránsito y muchos etcéteras que en conjunto son factor para que el aire, o el ambiente, termine más contaminado que de costumbre. ¿O a qué le suena que en una casa normal si ya había un modelo 2013 se busque comprar un 2017 y tener mejor dos autos de una vez? Sin incentivos para la deschatarrización vayamos sumando un importante crecimiento en la flota vehicular.
Vayamos a una de fondo: el transporte público. La vieja práctica prevalecerá. El metro está más depauperado que nunca. Apenas, tras uno de los más recientes aguaceros en la CDMX, se hizo viral un video en el que se muestra cómo se cae el cielo en la estación Pantitlán. Lo malo es que es ¡Dentro de las instalaciones! Hay cálculos que señalan que por las nuevas restricciones vehiculares se han incorporado alrededor de 400 mil nuevos usuarios a este sistema, lo que es el dibujo del caos.
El desprecio del Gobierno Federal al de la Ciudad de México impidió anunciar, a la par de la nueva norma, una fuerte inversión para apuntalar al Metro y ampliar la infraestructura para el transporte eléctrico. Es una caricatura eso del tren ligero, que corre de Tasqueña a Xochimilco, pues para el tamaño de una ciudad como la nuestra es de risa un modo de transportación que apenas cuenta con dos vagones por tren, y ni qué decir de los trolebuses, cuyos operadores han olvidado sus dotes de buen manejo por sus frecuentes bajadas a desatorar las guías que van de la unidad al sistema de cableado. Esta escena es frecuente por donde pasan estos vehículos.
Pero hay más: la reconversión de gasolina a gas de unidades vehiculares ha sido muy lenta, tan es así que los que usan el tipo de gas natural se cuentan por centenas, y lo de los taxis eléctricos es un mal chiste: apenas 16, según reportes de prensa, en una de las capitales más grandes del mundo.
Desde el gobierno de Marcelo Ebrard en lo que era el Distrito Federal nos acostumbraron a eventos efectistas, en los que tras los anuncios pomposos de obras o acciones gubernamentales seguían resultados de muy corto alcance. Es el caso de los taxis eléctricos, reconversión de vehículos oficiales a modos menos contaminantes, corredores nocturnos y muchos otras acciones cortoplacistas de movilidad.
Y entrémosle a los microbuses. Cierto, se anunció su desaparición para dar paso a autobuses ecológicos, pero ahí le va la vieja práctica que será muy difícil desterrar porque casi imposible será que los compañeros choferes cooperen: con micro o camión nuevo harán lo de siempre, es decir, bases ilegales a lo largo de una avenida (Ermita Iztapalapa es un claro ejemplo, con al menos tres en tramo que comprende Circuito Interior-Periférico), subir y bajar pasaje donde se les ocurra, formaciones en doble fila, manejo del vehículo que hace que contamine más (arrancones y frenadas intempestivas), entre otros malos comportamientos.
Todos debemos ocuparnos en que a lo nuevo (todo acto humano de innovación) lo acompañe la conciencia de luchar por un mundo mejor, un planeta más limpio y más dispuesto para ser habitado en las mejores condiciones. Además de respirar un aire sano, como sería en nuestro caso, también agradeceríamos la armonía y el bienestar, es decir, el bien vivir.
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