¿Y si nos preguntan lo que queremos?

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Planeteando

Por Francisco Vázquez Salazar ⁄ FOTO: Ixbalanqué Danell Pérez

La gestión pública del aire, o lo que es lo mismo el combate a la contaminación ambiental planteado por la autoridad, pasa por severos cuestionamientos desde varios frentes, siendo uno de los más recientes el expresado por las organizaciones civiles Greenpeace y Bicitekas, quienes coinciden en que el derroche de recursos, la opacidad en su manejo y el privilegio a la cultura del automóvil ha sido la constante en estos años.

Ha habido desvaríos, señalan, que culminan en políticas públicas erráticas, al estar dirigidas primordialmente a beneficiar a quienes en la Megalópolis se desplazan en autos particulares.

Y es que de acuerdo con las últimas cifras al respecto, mientras casi más de la mitad de la población se mueve en transporte público (ineficiente y mal planeado, hay que decirlo), apenas el 17 por ciento lo hace en automóviles o “transporte privado”, porción de la población que se ha visto beneficiada con obras faraónicas como los segundos pisos, ampliación de vialidades y viaductos elevados (aún con su costo privado).

Pero hay otro dato interesante, también revelado por Greenpeace: el 80 por ciento del transporte público se concentra en una parte de la Zona Metropolitana del Valle de México que cuenta con el 55 por ciento de la población. El restante 45 por ciento corresponde a municipios conurbados, como Ecatepec, Atizapán, Nezahualcóyotl o Chalco, donde está el otro 20 por ciento de la oferta de transporte.

Frente a esto, desde las organizaciones referidas han surgido cuestionamientos que tienen que ver con decisiones de gobierno para los próximos años relacionadas con la movilidad tanto al interior del Valle de México como entre las principales ciudades de la Megalópolis.

Destaca el plan que se tiene para construir el tren rápido CDMX-Toluca, proyecto para el que se tiene programada una inversión de alrededor de 44 mil millones de pesos (y puede ser mucho más por aquello de la devaluación del peso frente al dólar), recursos que servirían para habilitar un transporte con casi 60 kilómetros de longitud pero con un acotado beneficio para alrededor de 270 mil personas.

Este número de potenciales beneficiarios es mínimo si se toma en cuenta, han dicho las organizaciones, que se pueden emplear los recursos proyectados para invertir en sistemas de transporte público que rindan para 7.5 millones de personas que actualmente dependen, por ejemplo, del maltratado metro y las rutas de microbuses interestatales, es decir, que indistintamente entran o salen de la CDMX y el Estado de México.

Se trata de una gran diferencia que debe estar siendo analizada por los gurús de las políticas del transporte y que bajo mínimos preceptos éticos debieran estar ponderando en función del mayor beneficio en la modalidad ser humano-medio ambiente.

Pero sucede que la tendencia reciente ha sido invertir –y dar notoriedad de ello—en obras que dizque nos ponen en la ruta de la modernidad, así sean pequeños los beneficios. Ahí está el caso de los taxis para mujeres, las rutas nocturnas, los contadísimos vehículos eléctricos y los expresos que van por Circuito Interior, entre otros. Una forma de decirlo es algo así como dejar ver lo que luzca en Paseo de la Reforma, y cerrar los ojos a la periferia, justo donde más se necesita la inversión y la innovación en el transporte público.

Las ansias de modernidad y de venderse como gobiernos de avanzada ha hecho que los pesos se pongan donde hay derroche, como refieren las organizaciones citadas, y no en la satisfacción de necesidades reales.

Que viva Reforma y que se joda Iztapalapa… y así con la zona conurbada, cuyos trabajadores van y vienen a y de esos lugares “bonitos” y funcionales y seguro se preguntan por qué no tienen algo por estilo en sus colonias.

Y justo de eso se trata ¿Y si nos preguntan lo que queremos? En este caso, ¿si en una consulta ciudadana nos preguntan sobre si queremos el tren México-Toluca o mejor destinamos el dinero que se requeriría para ampliar, mejorar y habilitar nuevas formas de transporte público dentro de la Megalópolis?

A simple vista parecería clara la expresión que de calle se llevaría la consulta, el asunto es si los todopoderosos se dignan a mirar para abajo, donde están las mayores necesidades y no precisamente sus groseras ganancias.

A ver.


fvs10@hotmail.com

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