Por Juan Danell Sánchez
El mundo se ahoga en basura, el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible peligran con no cumplirse, no obstante que sólo se ha recorrido un tercio del tiempo para alcanzarlos y resolver todos los problemas mundiales como lo propuso Naciones Unidas, los organismos internacionales -Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos-, encienden los focos de alarma global ante la pauperización de la sociedad planetaria y la crisis de mercado, originadas entre las principales causas por la reducida inversión pública en la formación de capital humano y la apatía de los gobiernos para trabajar en favor de llevar a buen puerto la Agenda 2030.
Y mientras esto ocupa el cartapacio de los principales representantes del capital internacional, que ya prevén cataclismos para los próximos quinquenios si no se toman medidas urgentes antes de que concluya la segunda década del siglo XXI; en México el debate, si es que se le pudiera llamar de esa manera, se desgasta en encontrar las formas de lenguaje apropiado para establecer una relación sana y adecuada entre gobernados y el proyecto de Gobierno, sin que se logre entender lo que éste habla, y desglosar sus mensajes cifrados en la imprudencia y el discurso senil, bárbaro por primitivo.
En esto se ha enfrascado la sociedad y opinión pública mexicana, con lo que, dicho coloquialmente, se le hace el “caldo gordo” a un Gobierno que cada día es más evidente que responde y está al servicio de los intereses más retrógradas del capital. Fingir un discurso balbuceante e incurrir en declaraciones erróneas que después rectifica sin que en los hechos, en la práctica, se realicen acciones que muestren la construcción del cambio para fraguar el bienestar de la población, y respaldar la indecisión y estulticia del Estado con el rezo aquél de “escuchar la opinión del pueblo bueno y sabio”, afloran un diseño bien hecho del cómo debe actuar y conducirse el Jefe del Ejecutivo, para mantener ocupado a todo mundo en refutar, criticar, defender o aborrecer esas actitudes que parecieran tonterías, pero que en realidad son estrategias de dominio y manipulación de las masas, mientras que los dueños del gran capital reacomodan sus piezas para continuar explotando los recursos naturales del país, sin poner en peligro al sistema que les da vida.
En términos llanos, la estrategia del poder en funciones es aplicar en la práctica lo que a lo largo de la historia de las civilizaciones han hecho quienes llegan a detentar el poder y pugnan por eternizarse en él: “divide y vencerás” es el principio básico para mantener el dominio sobre una sociedad. Un pueblo dividido, como ya se ha dicho en este espacio, es fácilmente manipulable y sometido, porque se le castra la voluntad de Ser colectivo y en su lugar se abona el carácter individualista y mezquino que lo lleva a aislarse de la comunidad, y reduce su actuar a la obediencia por debilidad, ésa que se nutre de la apatía, el rencor y la ignorancia.
Y mientras esto sucede en nuestro país, en el mundo la producción de basura está a niveles intolerables, se calcula que diariamente se generan siete mil 300 millones de kilogramos de residuos sólidos, y en México la situación es similar pues el índice es de un kilo de desperdicios diarios por persona, de lo que sólo se procesa en reciclado 16 por ciento, y no obstante a que construir plantas para separar y reaprovechar los desechos es relativamente barato, puesto que se requieren inversiones de un millón de dólares por unidad y bastaría, en promedio, con una para cada una de las 200 principales ciudades del país, a fin de resolver el problema. Pero además la inversión es recuperable, toda vez que la basura es un negocio que en nuestro país se calcula en tres mil millones de dólares anuales, por los productos que de ella se obtienen al ser reciclada.
Pero, lamentablemente, sólo una veintena de ciudades cuenta con esas plantas recicladoras, y los gobiernos únicamente en el discurso muestran interés por el tema, pese a los invaluables beneficios que tiene para preservar el ambiente e impulsar una economía sostenible.
Otro de los temas cruciales es el capital humano, que, en consideración del Banco Mundial, es esencial para el crecimiento económico inclusivo y el bienestar. El desarrollo del capital humano es, por lo tanto, crítico para todos los países de todos los niveles de ingreso para competir en la economía del futuro.
El organismo financiero precisa que “los países de todo el mundo están actuando cada vez más en este ámbito. Desde el inicio del Proyecto de Capital Humano, hace seis meses el número de países que han adherido a esta iniciativa ha aumentado de 28 a más de 60”.
Urge que se creen, afirma el BM, las condiciones adecuadas para inclinar la balanza a favor de más y mejores inversiones en las personas; el empoderamiento económico de las mujeres como un factor clave de crecimiento de la economía; las inversiones en los primeros 1000 días de vida de los niños a través de programas de salud, nutrición y educación preescolar, así como la participación del sector privado y la sociedad civil en la prestación de servicios y el desarrollo de la fuerza laboral del futuro.
Y en esto, algo que debe quedar claro es que el mejoramiento del capital humano no debería ser visto como un gasto por los gobiernos, sino como una inversión, que le permitirá a los estados crear economías sólidas y competitivas capaces de responder a las exigencias del desarrollo sostenible. En México, se debiera hacer más en este sentido, y dejar la declaracionitis y el populacherismo mártir, que sólo apunta hacia el despeñadero.