Por Juan Danell Sánchez / FOTO: SOSTENIBLE
Morir de sed, es la más grandes de las facturas que tendría que pagar la humanidad por mantener vigente un desarrollo soportado en la economía de mercado. Sin embargo, eso, por más que lo pregonen, no sucederá. Está en riesgo, sí, el abasto de agua dulce, de la que sólo hay que estirar la mano y tomarla de la naturaleza. Así, sin más lío o costo que la infraestructura hidráulica para realizar el saqueo de esas fuentes milenarias.
No por algo, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) advierte que a mediados del presente siglo, 7,000 millones de personas en 60 países sufrirán escasez de agua, en el peor de los casos, y en el mejor se tratará de 2,000 millones de personas en 48 países.
Pero este preciado líquido significa poco más de 2% del agua existente en el planeta: el resto es salada, y también fuente de vida tan importante como la primera, sólo que el ser humano no la puede beber, ni utilizar en su vida cotidiana porque primero habría de potabilizarla, desalinizarla, y eso cuesta.
Y de lo que se trata, en una economía de mercado como en la que vivimos, es de ganar en todos los procesos productivos al menor costo. De tal suerte que proteger las reservas de agua dulce existentes para consumo exclusivamente humano, implicaría tomar agua de los océanos y desalinizarla para ser utilizada en la industria, agricultura y algunos de los servicios de los que hoy gozamos con el agua potable.
Esto implica inversiones en plantas desalinizadoras y un costo de entre 1.60 y 2.70 dólares (Banco Mundial) por metro cúbico de agua de mar potabilizada, gasto que en los esquemas actuales de explotación de los acuíferos dulces no existe. Por ello, es más sencillo encender la alarma mundial de que se agotan los mantos freáticos y superficiales, además de que las lluvias reducen sus torrenciales, que darle un uso racional, sostenible, al vital líquido y pensar en instalar infraestructura que permita aprovechar los mares.
Algo que ilustra lo anterior es el caso, por citar alguno, de Minera Escondida que en 2013 puso en marcha la ejecución del Proyecto Escondida WaterSupply (EWS), consistente en la construcción de una planta de desalinización de agua de mar con capacidad de 2,500 l/s (2.5 m3), en Puerto Coloso, Chile, con una inversión de 3,430 millones de dólares, lo que da una idea del tamaño de las inversiones.
Y en todo esto, algo de lo que se habla muy poco, es que a partir de la Revolución Industrial (segunda mitad Siglo XVIII) un recurso que debiera ser inagotable y renovable, hoy es considerado finito y pesa sobre él el fatalismo de desaparecer en un tiempo no muy lejano.
Sin sabor, sin color y sin olor alguno, condiciones éstas que definen el agua dulce o potable, cada vez es más amarga para el futuro de la humanidad. Con el paso del tiempo y el crecimiento industrial, este recurso fundamental para la existencia de vida sobre el planeta, ha sufrido cambios irreversibles en su valor de uso; de ser un bien común al alcance de todo mundo, en poco más de 200 años, es decir, hoy es una de las mercancías más preciadas, por la que ya pelean las grandes corporaciones y los gobiernos.
Ejemplo de lo anterior, por mencionar alguno de los más escandalosos, es la postura de Peter Brabeck-Letmathe, presidente de Grupo Nestlé, al considerar de manera muy seria la privatización del suministro de agua. Según él para hacer conciencia de la importancia del vital líquido, y seguramente del gran negocio que representa, puesto que esta trasnacional es la principal comercializadora de agua embotellada, lo que le reporta ganancias de alrededor de cinco mil millones de euros anuales.
Y también existen controversias entre gobiernos por el uso y consumo del agua. Aquí otro ejemplo. En la década de los años 90 los estados de Nuevo León y Tamaulipas, entablaron una disputa por el agua de la presa El Cuchillo construida en terreno neolonés y abastecida por el Río San Juan de Tamaulipas, por lo que su caudal fue reclamado para abastecer de agua potable a la ciudad de Monterrey, pero en la práctica abastecía de líquido a la zona agrícola de riego del Norte de Tamaulipas.
Con el tiempo, estos problemas y la pugna por privatizar lo que es un derecho humano, el abasto de agua potable se agudizará, más de lo que ya está.
Basta citar algunas cifras de Naciones Unidas en las que se advierte que 48% de la población mundial actual vive en pueblos y ciudades, pero para 2030 la proporción será de 60%. Esto debido al desarrollo económico de las concentraciones humanas que implica un mayor crecimiento urbano, con lo que ello significa en demanda de servicios y por supuesto de suministro de agua.
En teoría, con 20 litros diarios por persona es más que suficiente para satisfacer sus necesidades de agua, pero es sólo en teoría. Existen lugares, como las zonas áridas y semiáridas en las que la disposición del líquido apenas llega tres litros por persona al día, y ciudades como la de México, en que supera los 60 litros por persona diario. A mayor urbanización, mayor es el consumo de agua per cápita.
La misma ONU planteó recientemente que “erradicar la pobreza, cambiar los patrones de producción y consumo insostenibles y proteger y administrar los recursos naturales del desarrollo social y económico constituyen los objetivos primordiales y la exigencia esencial de un desarrollo sostenible”.
Porque resulta que en estos tiempos el ser humano extrae 8% del total de agua dulce renovable y se apropia de 26% de la evapotranspiración anual, así como de 54% de las aguas de lluvia.
Al respecto, vale apuntar una cita de Naciones Unidas: “el control que la humanidad ejerce sobre las aguas de escorrentía es ahora global y el hombre desempeña actualmente un papel importante en el ciclo hidrológico. El consumo de agua per cápita aumenta (debido a la mejora de los niveles de vida), la población crece y en consecuencia el porcentaje de agua objeto de apropiación se eleva”.
Contaminación, el tiro de gracia
Pero, además, las existencias de agua dulce se ven amenazadas por el alto grado de contaminación, calculada en dos millones de toneladas que son arrojadas diariamente en aguas receptoras, incluyendo residuos industriales y químicos, vertidos humanos y desechos agrícolas (fertilizantes, pesticidas y residuos de pesticidas).
Información de organismos internacionales apuntan que la producción global de aguas residuales es de alrededor de 1,500 km3, en lo que un litro de aguas residuales contamina 8 litros de agua dulce, por lo cual la carga mundial de contaminación puede ascender en la actualidad a 12,000 km3.
A lo anterior habría que sumarle que el caudal de 60% de los mayores ríos del mundo ha quedado interrumpido por alguna estructura hidráulica, como presas hidroeléctricas o para riego agrícola.
En este punto debe destacarse la importancia fundamental del agua en la producción de alimentos, sin ella sencillamente no existiría la agricultura y la ganadería. Para dimensionar esto baste decir que la producción de 2,800 calorías por persona, por día, requeridas para una nutrición adecuada, se necesita un promedio de 1,000 metros cúbicos (m3) de agua.
Información de la FAO precisa que de 93 países en desarrollo que sometió a estudio, diez están utilizando 40% de su agua dulce renovable para regadío, que es el nivel a partir del cual puede tornarse difícil elegir entre la agricultura y otros usos del agua. En Asia meridional se habrá alcanzado este nivel de 40% en 2030 y en Medio Oriente y en el norte de África alrededor de 58%.
En cuanto al África subsahariana, América Latina y el este de Asia, por el contrario, la demanda de agua de riego estará situada por debajo del umbral crítico, aunque pueden presentarse graves problemas a nivel local.
Mientras tanto, a nivel mundial existen estadísticas que se antojan a novela de terror o ciencia ficción: para criar una res hasta ser aprovechable como carne, se necesitan 4,000 metros cúbicos (m3) de agua, o lo que es lo mismo, obtener un kilo de carne de res se consumen 15 metros cúbicos del vital líquido.
Otros alimentos y el consumo de agua para producirlos: carne fresca de oveja, un kilo, 10 m3; carne fresca de pollo, kilo, 6 m3; cereales, kilo, 1.5 m3; cítricos, kilo, 1 m3; aceite de palma, kilo, 2 m3; legumbres, raíces y tubérculos, kilo, 1 m3.
Y aunque la industria consume alrededor de 22% del agua dulce mundial de alta calidad y considerada materia prima básica, las proyecciones de los organismos internacionales estiman que para 2025 este porcentaje ascenderá a 24%, es decir, 1,170 km3, que resulta una cantidad similar a las precipitaciones que registra en promedio anualmente México.
En definitiva, el planeta no morirá de sed, pero sí de contaminación y de irracionalidad en el consumo de los recursos naturales. La insostenibilidad de los procesos de explotación de las materias primas que ofrece la naturaleza, es la peor amenaza para la existencia de la vida, pero esto las grandes corporaciones que son el motor de la economía de mercado, sencillamente no lo aceptan, van por la ganancia, puro ganar.