Sin destino lecheros, por vacuidad, ausencias y testarudez

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Por Juan Danell Sánchez ⁄ FOTO: SOStenible

Cierto día en restaurante de buena monta, de la ahora nombrada Ciudad de México a la que se le publicita con algo como CDMX, que ni siglas, ni acrónimo son, el médico veterinario zootecnista Salvador Álvarez Morán, dirigente nacional de los productores lecheros, precisaba, ante quien esto escribe, que el problema de la producción y abasto de este alimento es de sistema, no hay voluntad del Gobierno, ni políticas públicas, ni acuerdo en el gremio, para superar la situación histórica y crítica que prevalece en el sector, y que se traduce en bajos precios para los productores, lo que impide su crecimiento, y nutre distorsiones en el mercado que afectan al consumidor final.

El tema no es menor. Un pueblo mal alimentado está condenado al subdesarrollo, esto lo reconoce la Organización Mundial de la Salud (OMS) y hasta el más limitado de entendimiento, por decir lo menos. Resulta que, en México, investigaciones de los productores de leche precisan que el promedio de consumo diario de los mexicanos es de 370 mililitros, equivalentes a 74% del consumo de este alimento recomendado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Y este índice es histórico, idéntico al déficit en la producción lechera nacional desde hace al menos 70 años, que se ha cubierto con la importación de leche en polvo, no precisamente de la mejor calidad, proveniente de Nueva Zelanda, Holanda, Francia y Uruguay. Inclusive a mediados del sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari se registró el caso de la compra de leche que presentaba la presencia de elementos radioactivos.

Salvador Álvarez suelta un dato fundamental para entender la importancia de incluir la leche en la dieta diaria, principalmente de los infantes, para alcanzar un sano desarrollo de la vida intelectual, física y productiva: el consumo de un vaso de un cuarto de litro de leche diariamente en la población infantil de hasta cinco años, le proporciona 42% de sus necesidades de proteína de origen animal.

El médico veterinario y dirigente lechero, no descubre la piedra angular, sencillamente puntualiza la importancia del lácteo en el desarrollo del país, aunque esto parece a nadie importarle porque finalmente Gobierno y productores se dejan ir sobre la corriente del mercado a la usanza mexicana: el que tiene más saliva come más pinole.

Demos algunas cifras, de esas que ridículamente les dicen “datos duros” por el supuesto de que desnudan la realidad, pero que en esencia son parte del maquillaje estadístico emanado de la información oficial, que por cierto es la única válida para ser expuesta en los medios de comunicación.

En 2016, el sector lechero produjo 11,650 millones de litros de este alimento, lo que cubrió 78% de la demanda nacional, el resto, como ya se dijo en líneas anteriores, se completó con la importación de leche en polvo, de lo cual se encarga un organismo oficial de acrónimo Liconsa que resume el nombre de la paraestatal Lechería Nacional S.A. de C.V. cuyo origen se remonta a 1944 como Nacional Distribuidora y Reguladora S.A de C.V., fecha que ubica en el tiempo la historia del déficit lechero de México.

Ahora bien, de ese mercado nacional, como lo dice Álvarez, dos grandes grupos productores, Lala y Alpura, dominan 35% y 10%, respectivamente. Nestlé, que no tiene vacas lecheras, 3 millones de litros diarios que paga a 4 pesos litro y lo vende a 18 pesos ya procesado; Danone, Sigma, Sello Rojo de Guadalajara, un millón de litros, y Liconsa, la que es como un censor regulador de facto en el sector lechero, dos millones de litros diarios, y se le considera como el colchón de pequeños y medianos productores.

Álvarez la refiere como un amortiguador entre los grandes productores y los pequeños. Las estadísticas del sector acusan que 95% de los lecheros tiene hatos de menos de cien vacas y el 5% restante es de grandes con establos de 500 a 10,000 animales. Los primeros son producciones familiares con tecnología limitada y altos costos de producción, de “a mano”, dijeran los viejos estableros del Altiplano para referir la ordeña manual. Los otros, los menos, compiten en tecnología, productividad y genética animal con los países especializados y desarrollados en el sector lechero.

Y esto ha marcado al país con dos grandes regiones productoras de leche; el Altiplano, que no es el mejor lugar para esta actividad, donde se produce por negocio y vocación como la Comarca Lagunera, en el primer caso, y los Altos de Jalisco con el resto del país donde predomina la producción familiar con hatos de menos de cien vacas, pero en ambos casos se ven presionados por el insumo fundamental para la producción lechera, que paradójicamente es el agua. La lechería altamente tecnificada ocupa al menos 50 litros del vital líquido para producir uno de lácteo, y eso es cada vez más crítico en esa región.

El caso es que del consumo de leche bronca (sin procesar) que hace Liconsa, 50% lo capta de Jalisco, estado que produce 5.5 millones de litros diarios, es decir, les compra un millón de litros todos los días.

El siguiente proveedor importante de la paraestatal es Chihuahua, a la que le compra 25% de su leche, alrededor de 700 mil litros diarios, y el resto lo consigue en todo el país. De Alpura y Lala ni un solo litro.

Por cierto, que el gobernador chihuahuense, Javier Corral Jurado impuso un cerco sanitario, con un laboratorio en Jiménez, Chihuahua, para evitar el ingreso y tránsito por el estado de leche procedente del Altiplano, es decir de sus estados vecinos, Durango, Coahuila y Aguascalientes, y dejó al garete entre 250 mil y 300 mil litros de leche diarios que perdieron ese mercado.

Como si el horno estuviera para hornear pan: un sector con grandes problemas ahora enfrenta los intereses de un gobernante que sólo echan más leña para alimentar un fuego que no tiene por donde apagarse.

Y no lo tiene porque desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el Gobierno federal se comprometió a crear un mecanismo para hacer competitivo al sector lechero para que pudiera estar a la altura de ese mercado internacional.

Pero nunca lo hizo, muestra de ello es que el grueso de los lecheros mexicanos, son diez veces menos competitivos que los estadunidenses, dato aportado por el doctor Álvarez, que insiste en que en el sector de pequeños productores hay que llevar el asociacionismo, cooperativismo a mejor decir, que es algo que en todos lados del mundo este segmento hace para poder competir en el mercado.

Pero en México, puntualiza Salvador Álvarez durante la conversación, el Gobierno dejó de apoyar el acompañamiento técnico en el sector, que es fundamental para producir. Ya le propusimos, dice, que se debe hacer en estos tiempos para beneficiar a la cadena productiva, pero no tenemos respuestas.

Y aquí surge otro de esos “datos duros”: los recursos de la Sagarpa para ganadería, en el Progran (programa de la Sagarpa encargado de apoyar a los ganaderos), van muy retrasado y cada vez son menos, empezaron con apoyos anuales de 300 pesos por vientre (vaca reproductora), ahora son de 120 pesos, para el productor que tenga menos de 25 vientres. Y no hay un apoyo específico para el sector lechero.

Los subsidios en la ganadería lechera se han ido acabando desde los últimos cinco años. Según el encargado del sector en la Sagarpa, Francisco Gurría, tenían proyectos para apoyos por 8,000 millones de pesos, cuando en realidad había menos de 1,000 millones de pesos, confiaron en corto productores lecheros.

Álvarez comenta entre sorbos cortos de café que acompañan una machaca de buen paladar: “no hay una política pública que incentive al productor a crecer porque siempre ha tenido problemas de comercialización y el Gobierno se ha ido por la solución fácil de la importación”.

La reflexión de dirigente remite a una añeja realidad: si no hay cooperativas productivas y Liconsa no aumenta su consumo de leche nacional, no hay futuro para este sector.

Y es que hasta hace diez años Liconsa empezó a comprar leche nacional, antes toda la importaba. El Gobierno mexicano se olvida o no quiere ver que, en todos los países del mundo, los programas de asistencia se cubren con producción nacional. Aquí no. Liconsa compra a los productores mexicanos 20% de la leche que distribuye.

Es claro que hace falta trabajar junto con el Gobierno para hacer una política pública de largo plazo, hacer cuotas de producción, un programa planeado entre productores y Estado, para ser más eficientes.

Álvarez precisa que un precio justo para el productor sería 7.20 a 750 pesos el litro de leche. En Europa está a 35 centavos de euro, en Estados Unidos es de 30 centavos de dólar.

Pero en México vamos como el cangrejo. No tenemos normas de calidad en importación de leche, explica Álvarez. Y hay que luchar contra la idiosincrasia de los productores para formar cooperativas, hay mucho individualismo. A los europeos la desgracia de la guerra los unió, aquí la desgracia, que es permanente, no lo ha podido hacer.

Lo peor del caso es que hay registros de que Europa debe tener alrededor de 300 mil toneladas de leche en polvo a punto de caducar, después de la crisis comercial que enfrentaron en 2015. México importa leche de aquellas naciones.

Y pensar que estas inclemencias son superables con políticas públicas por parte del Gobierno y voluntad cooperativista por parte de los productores lecheros, pera nada de eso hay. El tiempo cobrará la factura de esto, el país pagará el costo.

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