Por Juan Danell Sánchez ⁄ FOTO: Ixbalanqué DANELL PÉREZ
Conversamos tal vez lo necesario y dejamos la puerta abierta para más adelante, porque en estos temas no hay palabra terminada; son parte fundamental en la construcción de la historia, hoy cotidiana, mañana pilares de estudio para entender el mito contemporáneo resumido en la democracia como práctica de engaño, determinada por lo que les ha dado por llamar participación libre, abierta; inmaculada por la emisión del voto universal y secreto. Todo ello ajeno y lejano de la realidad.
El encuentro fue en lugar céntrico de esta ciudad ominosa capital de México. Joel García Venegas y Guillermo Cauich Durán, el primero zapoteco de Oaxaca, el segundo maya de Yucatán, ambos integrantes de la UNTA, soltaron los potros salvajes en su decir sobre eso que se vive en las comunidades indígenas en estos tiempos de elecciones presidenciales:
“El daño que hacen los partidos políticos a los pueblos, cuando llegan a pedirles el favor del voto en estos periodos, es irreparable. Cada candidato y sus operadores comiciales ofrecen las perlas de la virgen, la corona del rey y, generalmente, una despensa u otra dádiva para congraciarse con la comunidad. Al final, nada cumplen, sólo dejan a su paso una población dividida, despiertan los demonios de la ambición y la codicia: castran la humildad y sencillez de la vida comunitaria. Como huella dejan lodo en los caminos y suciedad en el pensamiento, difíciles de limpiar”.
Y es que los partidos son como corralitos en los que se encierra al ganado menor, concebido éste como borregos y chivos, los primeros sumisos, los segundos brincones, pero hasta ahí, que se pasa de uno a otro de los encierros según convenga al dueño de los tentaderos, como dijera en charla franca, allá por los primeros años 80 del siglo pasado, Don Joaquín Sánchez, hoy difunto, que fue lugarteniente del Caudillo del Sur, Emiliano Zapata, en los meros chingadazos de la Revolución, a la que sobrevivió y se quedó mucho más tiempo a trabajar la tierra y vivirla en su Ixcamilpa natal, pequeño municipio poblano que nunca se pudo quitar de encima el peso de los cacicazgos y la división de su gente, precisamente por acción de los partidos.
En la conversación Joel García explica, sin mayor preámbulo, que “los partidos se han empeñado en pervertir la riqueza cultural ancestral de los pueblos indígenas, porque independientemente de que no entren a la designación de las autoridades comunitarias en los municipios de Usos y Costumbres, por ejemplo; cuando se trata de diputados y senadores, entonces llegan a hacer su desmadre, con la entrega de despensas y dinero, y con eso van dividiendo a la gente, tanto, que un dirigente partidario ya va a pedir ser agente municipal sin haber cumplido los cargos obligados por el Gobierno tradicional, y eso pues no es posible”.
Guillermo Cauich, arrebata la palabra. Su apellido en maya significa rebelde y es, orgulloso, de Tixkokob, municipio de significado “Tierra de serpientes”. El tema le encabrona, porque “esos pinches partidos son los principales responsables de la pérdida de identidad de las comunidades mayas, del sometimiento de mí gente. Para ellos lo único que tiene valor es un voto y lo ponen por encima de una vida, de la dignidad. No tienen madre, lo único que quieren es gobernar, para saquear, para enriquecerse”.
Corta es la historia para darles la razón. Apenas concluía el primer mes de 2018, que, en Morelia, Michoacán, a convocatoria de Marcos Matías, nahua de Guerrero y director del INI en tiempos de Fox, al frente de otros más, indígenas y mestizos, se reunieron para decidir por ocho millones de indígenas votantes, que registra el padrón electoral.
Estos iluminados también se han reunido con Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz, otomí de Hidalgo y parlante indígena en el sexenio foxista, para estructurar la estratega de darle el voto a Anaya. La apuesta es que gane y, entonces, diputaciones y senadurías para los convincentes entregadores del voto. Eso esperan.
En su conclusión de los convocados por Marcos Matías, cinco millones de esos ocho millones de indígenas votantes, entregarán su favor a un ente para el que no existen: nunca han existido; Ricardo Anaya Cortés, dirigente panista de mal prestigio. Los tres millones restantes, dicen, serán para Andrés Manuel López Obrador, así de fácil y sencillo.
Tan mala es la oferta electoral para el relevo del Gobierno federal y tan grande la ambición de alcanzar un cargo de elección popular, que los pensantes del movimiento indígena, varios de ellos de raíz indígena, y emisarios, en foros nacionales e internacionales de las demandas más sentidas de los pueblos originarios, así; en general, de todo México, y por génesis ajustada de América Latina y el mundo: cedieron su voto adelantado, y con ello pretenden arrastrar a cinco millones de los ocho millones que conforman el padrón electoral indígena, a favor de un candidato que pretende descubrir, por conveniencia esporádica, la realidad de los indígenas de este país.
Ricardo Anaya Cortés, postulado por la Coalición del Frente por México (promiscuidad doctrinal, por decir lo menos) no tiene idea de la realidad de los pueblos indígenas, y su partido, el PAN, es la parte opositora histórica a las demandas de los pueblos originarios.
Y a este absurdo hay que sumar que las organizaciones campesinas autonombradas independientes y de izquierda, al menos 26 de ellas de un número inexacto, aglutinadas en el Plan de Ayala Siglo XXI, y otras del Frente Auténtico del Campo (FAC), cedieron, igual por adelantado, el voto de sus militantes al creador de partidos, cuyo origen data de su militancia en el PRI, activo en la consolidación del PRD y hoy dueño de Morena; Andrés Manuel López Obrador, sin precisar la cantidad de boletas que aportarán al de Macuspana; la constante que resulta de esto es que la secrecía del voto universal, si es que existía, se esfumó. Se abre la puerta al chantaje y condicionamiento, lo más sucio y retrograda del pensamiento y de la relación social de la humanidad.
En el caso de los indígenas, Marcos Matías Alonso, nahua de cepa, convocó un foro al que asistieron Fabián Cajero (mestizo), Prisco Manuel Gutiérrez (mestizo), Fabiola Poblano (mestiza), Oscar Banda (mestizo), Abelardo Torres (purépecha), Carlos de Jesús Alejandro (nahua), Ángel Ávila (mestizo), entre los más importantes representantes regionales de los estados Michoacán, Oaxaca, Guerrero, Hidalgo, Querétaro, San Luis Potosí, Tabasco, Chiapas, Estado de México y Ciudad de México, y en el que acordaron ceder el voto de ellos y sus representados al panista Anaya.
En esa reunión repitieron, reiteraron, las demandas más sentidas de los pueblos indígenas; tenencia de la tierra, respeto, inclusión, presupuesto, cese a la represión y hostigamiento, y hasta la creación de una secretaría Indígena: nada nuevo en la demanda histórica de los pueblos originarios. Y todo lo anterior se lo plantearán como agenda al candidato Anaya.
Le hablarán al oído a un sordo que no tiene la más remota idea de lo que son los pueblos originarios de este país, a un político curtido en la traición y la deslealtad, consolidadas como pensamiento y derrotero en su ser y actuar.