Por Markus Kostner* ⁄ FOTO: SOStenible
En América Latina y el Caribe se producen 400 homicidios por día, o sea cuatro cada 14 minutos. Estas estadísticas, que forman parte de un próximo informe de la región de América Latina y el Caribe del Banco Mundial sobre la violencia, subrayan la necesidad de poner coto a la epidemia de violencia en las ciudades del mundo.
La violencia se puede prevenir con compromisos a largo plazo y un conjunto de políticas apropiadas. El Banco Mundial y sus asociados están trabajando en investigaciones basadas en datos objetivos, proyectos de prevención de la violencia e iniciativas destinadas específicamente a los jóvenes en situación de alto riesgo.
En los primeros años de la década de 1990, el temor a la delincuencia y la violencia era un rasgo característico de la vida en Medellín, la segunda ciudad más grande de Colombia. En 1991, el índice de homicidios tuvo un aumento enorme y fue de 381 por cada 100 000 habitantes, por lo que Medellín era el lugar más violento de la Tierra.
Veinticinco años después, los homicidios se desplomaron a alrededor de 20 por cada 100 000 habitantes, y Medellín se considera ahora una de la ciudades más habitables e innovadoras de América Latina. Varias otras ciudades de la región han logrado avances similares, como Cali (Colombia), o Diadema, en el estado de São Paulo (Brasil).
No se trató de una coincidencia. Cada una de estas tres ciudades logró reducir considerablemente la delincuencia y la violencia implementando programas ajustados a su situación específica, y procuró erradicar las causas profundas de la violencia.
En Medellín, las mejoras de la situación de seguridad se debieron tanto a la desarticulación de los violentos carteles de la droga como a varios proyectos de desarrollo urbano y social que ayudaron a integrar los barrios pobres de las laderas con el resto de la ciudad.
Los estudios relativos a Diadema revelaron que en esta ciudad una gran proporción de delitos ocurría durante la noche, en calles específicas, y se vinculaban directamente con el consumo de alcohol. Teniendo en cuenta estas conclusiones, la ciudad dirigió específicamente sus intervenciones a los lugares críticos, prohibió la venta de alcohol en los bares después de las 23.00, y combinó las intervenciones sociales para fortalecer el capital social y humano. Tres años después, las agresiones contra mujeres se habían reducido el 56 %, en tanto que el índice de homicidios había bajado el 45 %, lo que permitió salvar más de 100 vidas al año.
Lamentablemente, estos alentadores resultados marcan un fuerte contraste con lo observado en muchas otras ciudades. A pesar del crecimiento notable del producto interno bruto (PIB) y una pronunciada baja de la extrema pobreza, en América Latina y el Caribe sigue registrándose un promedio anual de 24 homicidios por cada 100 000 habitantes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que un índice de 10 o más homicidios por cada 100 000 habitantes es una característica de la violencia endémica. Esto significa que, en muchos países, la violencia prácticamente ha alcanzado proporciones de epidemia.
Jóvenes en situación de riesgo
Si la violencia es una epidemia, los jóvenes constituyen, por una gran diferencia, el grupo más grande en situación de riesgo. En América Latina, el índice de homicidios de hombres de entre 15 y 24 años de edad llega a ser de 92 por cada 100 000 habitantes, casi cuatro veces el promedio regional. Los jóvenes de entre 25 y 29 años de edad, predominantemente varones, son también los autores principales de delitos y actos de violencia, según un informe que la Oficina del Economista en Jefe de la región de América Latina y el Caribe del Banco Mundial prevé publicar este otoño boreal.
El próximo estudio se titula “Stop the Violence in Latin America: A Look at Prevention from Cradle to Adulthood” (Detener la violencia en América Latina: La prevención desde la cuna hasta la edad adulta). En él se hace un examen basado en datos objetivos de las políticas novedosas de prevención de la violencia que han demostrado disminuir las conductas antisociales en los primeros años de vida y las pautas de delito en la juventud y la edad adulta. Dicho estudio también arroja luz sobre el complejo panorama de la violencia en la región.
«Por más sombrías que puedan ser las estadísticas mundiales y regionales, los éxitos como los de Medellín, Cali y Diadema envían un mensaje claro: la violencia juvenil urbana puede prevenirse con políticas acertadas y un compromiso a largo plazo con la reducción de la delincuencia”, afirmó Markus Kostner, gerente de Prácticas de Desarrollo Social del Banco Mundial en la región de América Latina y el Caribe. «Contamos con precedentes que han superado la prueba del tiempo y demuestran que las estrategias bien diseñadas y centradas en la prevención producen resultados tangibles y duraderos».
Consideración de la violencia como un asunto de salud pública
Las intervenciones más eficaces tratan a la epidemia de violencia como una crisis de salud pública. Inspiradas en gran medida en la epidemiología, las políticas eficaces consideran a la violencia como un fenómeno que se nutre de una combinación de factores de riesgo derivados de la situación de las personas y la sociedad, como la exposición a la violencia doméstica durante la niñez, el elevado grado de desigualdad, los sistemas de enseñanza deficientes y la falta de oportunidades de empleo, entre muchos otros factores.
La violencia comúnmente se encona cuando se combinan varios de estos factores, de maneras que pueden diferir de un país a otro, e incluso de una ciudad a otra.
«Esta es la razón por la que las estrategias eficaces de prevención de la violencia casi siempre son multisectoriales y dependen del contexto específico”, expresó Chloë Fèvre, especialista superior en desarrollo social del Banco Mundial. «En dichas estrategias también se deben tener en cuenta las cuestiones de género y se debe enfocar la atención en los jóvenes; mientras más pronto se puedan neutralizar esos factores de riesgo en la vida mayores serán las posibilidades de éxito».
Hacer que la prevención de la violencia sea una prioridad de desarrollo
Tomar medidas contra la violencia es un imperativo del desarrollo. La violencia endémica se traduce en menos productividad, peores resultados en materia de salud y elevados costos de seguridad. Los costos acumulados de la violencia son enormes (representan hasta el 10 % del PIB en algunos países), y tienen consecuencias negativas a largo plazo en materia de desarrollo humano, social, económico y sostenible.
El Grupo Banco Mundial está colaborando con sus asociados en todo el mundo para aumentar las investigaciones y los datos sobre la violencia, así como incorporando estrategias de prevención en los proyectos de desarrollo. Estos son algunos ejemplos:
- Estudios analíticos sobre el valor de la prevención, que sientan las bases de una formulación de las políticas sólida y basada en datos objetivos. A partir de las investigaciones realizadas en el marco de la iniciativa Becoming a Man (BAM) (i) de la Universidad de Chicago —orientada específicamente a los jóvenes en edad de asistir a la escuela secundaria—, el Banco Mundial está poniendo a prueba y evaluando los principios de dicha iniciativa en México.
- Programas de desarrollo urbano y comunitario con componentes de prevención de la violencia, como el Proyecto de Desarrollo Comunitario Integrado en Jamaica y el Proyecto de Mejoramiento de la Gestión Municipal y la Calidad de Vida en Teresina (Brasil), que incluye el desarrollo y la implementación de un plan municipal de prevención de la violencia.
- El Proyecto de Municipios Más Seguros en Honduras es la primera operación del Banco Mundial que se centra exclusivamente en la prevención de la violencia. Un componente del proyecto, el programa de empleo juvenil, actualmente está siendo objeto de una evaluación rigurosa. En esta evaluación se analizará la manera en que la formación profesional, el empleo temporal y la terapia cognitivo conductual están configurando la vida de la juventud en Honduras.
- La facilitación del intercambio de conocimientos entre ciudades y países y la unión de esfuerzos con otros asociados, como la Fundación MacArthur, la Iniciativa 100 Ciudades Resilientes impulsada por la Fundación Rockefeller, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), y el Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts.
*Gerente de Prácticas de Desarrollo Social en América Latina y el Caribe, Banco Mundial