Detener al sistema financiero y a las grandes corporaciones de inmediato

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Asamblea Internacional de los Pueblos
Instituto Tricontinental de Investigación Social

El SARS-CoV-2 o COVID19, ahora declarado pandemia mundial por la Organización Mundial de la Salud, ha comenzado a causar estragos en muchas partes del mundo, mientras otras anticipan su llegada. Estamos en una verdadera guerra que exige la movilización de todos los esfuerzos y, sobre todo, poner en primer lugar la vida y no las ganancias. Solo ganaremos esta guerra –como ya lo han hecho China, Corea del Sur y Japón– si tenemos unidad popular y disciplina, si los gobiernos se ganan nuestro respeto con sus acciones y si actuamos solidariamente en todo el mundo.

La deuda global es de $ 250 billones, parte de ella es una enorme deuda corporativa. Por otro lado, hay billones de dólares utilizados especulativamente en mercados de valores y paraísos fiscales. A medida que la actividad económica se contraiga, las empresas harán fila para ser rescatadas. Este no es el mejor uso de los preciosos recursos con los que cuenta la humanidad en este momento. En medio de esta situación, que los mercados financieros permanezcan abiertos es un fracaso de la imaginación. La caída de los mercados bursátiles, desde Hang Seng hasta Wall Street, es simplemente una forma para intensificar la ansiedad de la sociedad global, ya que la salud del mercado bursátil se ve, erróneamente, como un indicador de la salud económica en general.

Están en marcha cuarentenas y suspensiones de actividades a largo plazo en buena parte del mundo, ciertamente en Europa y América del Norte, pero también cada vez en mayor medida en África, Asia y América Latina. La actividad económica ya ha comenzado a detenerse. No es posible hacer estimaciones de las pérdidas netas, e incluso las principales instituciones internacionales están ajustando sus estimaciones sobre ello todos los días. Un estudio de la UNCTAD del 4 de marzo, por ejemplo, anticipaba que la desaceleración de la industria en China interrumpiría por sí misma la cadena de suministro global y disminuiría las exportaciones en $ 50 mil millones. Esta es solo una parte de las pérdidas de un total que, por el momento, es incalculable.

El FMI se ha comprometido a usar 1 billón de dólares para ayudar a los países a evitar el desastre económico. Unos veinte países ya han acudido a él para solicitar asistencia. Irán, que se había mantenido alejado del FMI durante las últimas tres décadas, ahora ha solicitado su ayuda. Sería un cambio auspicioso en la política del organismo, sin precedentes en la historia, si no fuera por la vergonzosa negación de ayudar al pueblo de Venezuela con el pretexto de no reconocer al gobierno. El FMI no debe exigir ajustes o condiciones para entregar estos préstamos puente. El rechazo de un préstamo a Venezuela es señal de un gran fracaso político del FMI.

La solidaridad internacional de China y Cuba es ejemplar. Las y los médicos chinos y cubanos han estado en Irán, Italia y Venezuela, y han ofrecido sus servicios y experiencia en todo el mundo. Han desarrollado medicinas y tratamientos médicos que reducen la tasa de mortalidad de las personas afectadas por COVID-19, y quieren distribuirlos a los pueblos del mundo sin ninguna patente o beneficio. El ejemplo de los chinos y los cubanos en este período debe tomarse en serio; gracias a este ejemplo, en medio de esta pandemia de coronavirus es más fácil imaginar el socialismo que vivir bajo el cruel régimen del capitalismo.

Los países europeos, actual foco de la pandemia, ven colapsar sus debilitados sistemas de salud tras décadas de desfinanciamiento y austeridad neoliberal. Los gobiernos europeos, así como el Banco Central Europeo y la UE, concentran el grueso de sus recursos en intentar salvaguardar al sector financiero y empresarial de una debacle económica segura. La adopción de tímidas acciones para intentar fortalecer las capacidades de los Estados ante la crisis –renacionalizaciones focalizadas, control público temporal de proveedores de servicios de salud– o de medidas paliativas –exenciones limitadas del pago de alquileres e hipotecas de vivienda–, no suponen una apuesta decidida por las garantías básicas del trabajo ni de la salud de la clase trabajadora que está más expuesta a los efectos devastadores de la pandemia: trabajadores de la salud, mujeres a cargo de los cuidados, personal de empresas de distribución de alimentos, servicios básicos, etc.

Esto es una demostración del fracaso de las recetas neoliberales que se han aplicado en muchos países y han dominado el mundo durante los últimos 50 años. El FMI debe tener esto en cuenta, ya que ha participado activamente en la depredación de los recursos en África, Asia y América Latina y en la creación de desiertos institucionales en un país tras otro. El fortalecimiento de Estados presentes y que redistribuyen la riqueza a favor de las grandes mayorías es una orientación que se debe construir globalmente.

Los científicos dicen que la batalla decisiva contra el virus podría durar los próximos 30 o 40 días. Por eso es esencial que cada país y cada gobierno tomen medidas para impedir la muerte de miles de personas.

Los movimientos populares, sindicatos y partidos que conforman la Asamblea Internacional de los Pueblos proponen formular y debatir un programa de cambio estructural que nos permita ganar esta lucha y reconfigurar el mundo:

  • Suspensión inmediata de todo tipo de trabajo con la excepción del personal médico y logístico esencial y aquel requerido para producir y distribuir alimentos y artículos de primera necesidad, sin ninguna pérdida de salarios. El Estado debe asumir el costo de los salarios durante el período de cuarentena.
  • Los servicios de salud, abastecimiento de alimentación y la seguridad pública deben seguir funcionando de forma organizada.
  • Todas las escuelas deben suspender clases.
  • Socialización inmediata de hospitales y centros médicos para que no tengan que preocuparse por sus ganancias a medida que se desarrolla la crisis. Estos centros médicos deben estar bajo control de la coordinación centralizada de la campaña sanitaria del gobierno.
  • Nacionalización inmediata de las compañías farmacéuticas, y cooperación internacional inmediata entre ellas para encontrar una vacuna y dispositivos para pruebas más sencillos. Supresión de la propiedad intelectual en el campo de la medicina.
  • Hacer el examen de coronavirus inmediatamente a todas las personas. Movilización inmediata de kits de prueba, recursos y apoyo para el personal médico que está al frente de esta pandemia.
  • Aceleración inmediata de la producción de materiales necesarios para hacer frente a la crisis (kits de prueba, máscaras, respiradores).
  • Cierre inmediato de los mercados financieros mundiales.
  • Recaudación inmediata de recursos para evitar la quiebra de los gobiernos.
  • Suspensión inmediata de todas las deudas.
  • Fin inmediato de todos los pagos de alquileres e hipotecas, así como el fin de los desalojos. La vivienda digna debe ser un derecho para toda la ciudadanía garantizado por los estados nacionales.
  • Acceso de toda la población a servicios básicos como agua, electricidad y comunicaciones ya que son derechos básicos. Absorción inmediata de todos los pagos de servicios públicos por parte del Estado: agua, electricidad e internet asumidos como derechos humanos.
  • Fin inmediato de los criminales regímenes de sanciones unilaterales que afectan a países como Cuba, Irán y Venezuela y les impiden importar los suministros médicos necesarios.
  • Apoyo urgente al campesinado para aumentar la producción de alimentos sanos y suministrarlos al gobierno para su distribución dirigida.
  • Suspensión del dólar como moneda internacional y petición de que Naciones Unidas convoque urgentemente una nueva conferencia internacional para proponer una moneda común internacional.
  • Garantizar una renta básica universal en todos los países. Esto permite garantizar un apoyo desde el Estado para millones de familias que están sin trabajo, trabajando en condiciones de suma precariedad o por cuenta propia. El sistema capitalista actual excluye de trabajos formales a millones de personas que deben ser contenidas por los estados nacionales, generando trabajo y condiciones dignas de vida para ellas. Los recursos para esta renta básica universal pueden ser obtenidos de los presupuestos de defensa, en particular los gastos destinados a armamento, municiones y demás compra de equipo bélico.
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