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Por Luis Manuel Arce
alai-amlatina, México, 20 abr (Prensa Latina).- Si para los infectados de Covid-19 comorbilidades como la diabetes y obesidad son causas de su alta letalidad, para el mundo la crisis del petróleo es como un patógeno mortal, por eso la noticia de que el barril llegó a venderse a 1.02 dólares en Estados Unidos dista mucho de alegrar.
Los mercados se estremecieron este lunes cuando en las pizarras el precio del West Texas Intermediate, el crudo de referencia en Estados Unidos bajó en picada como una estrella fugaz.
En particular, la Bolsa Mexicana de Valores tembló como sacudida por un terremoto porque la mezcla de petróleo de Pemex se cotiza normalmente cuatro dólares por debajo del West, que es su referencial. Eso significa que el crudo nacional se fue por vez primera en años bien debajo de su costo de extracción.
La producción de la mezcla mexicana promedia unos 14 dólares el barril en estos momentos, aunque hace unos años los costos de extracción eran 10 dólares.
Con los precios de los últimos meses, el gobierno de México optó por invertir en los pozos en tierra y aguas someras, y dejar para mejores momentos la costosísima explotación en aguas profundas del golfo, excepto aquellas plataformas ya en producción.
Tener campos con costos tierra adentro hasta de cuatro dólares el tonel le permite a México ese promedio de 14 dólares, lo cual estimula la inversión y los contratos con privados para la rehabilitación de Pemex y sacarla de la bancarrota. El presidente López Obrador dijo que no malbaratará el crudo, y en lugar de venderlo a precios de gallina flaca lo convertirá en gasolina.
La estrepitosa caída de los precios internacionales le hace mucho daño al país aun cuando México fue exonerado por la OPEP de rebajar en 400 mil barriles diarios su producción y aceptarle solo 100 mil en virtud de un acuerdo con Estados Unidos que asumió a su cuenta un recorte adicional de 250 mil toneles, no por buena gente, sino porque le conviene.
Estados Unidos, que históricamente ha luchado contra la OPEP y tratado abiertamente de desaparecerla del mapa, por vez primera en su historia se alió al cártel en su esfuerzo de recortar la producción para estimular al alza los precios. De la meta de disminuir 10 millones de barriles diarios, se logró hacerlo en 9,7 hace apenas dos semanas.
Los peritos vaticinaron que era insuficiente y dijeron que para lograr un repunte en el mercado que hiciera rentable la extracción, el recorte debería ser cómo mínimo de 25 millones de barriles diarios, lo que en la práctica representa una cuarta parte de los 100 millones que salen hacia un mercado internacional que en estos momentos no tiene compradores.
Estados Unidos y Reino Unido mostraron esperanza de que el recorte ayudara a sostener los precios, pero el salvavidas de la OPEP quedó lejos de los náufragos porque lo tiraron demasiado tarde.
Este lunes 20 de abril, que debe ser el más negro del mercado de crudos, revela la intensidad de la pandemia de Covid-19 que tiene paralizado a más de un 70 por ciento del transporte en el planeta, público, privado y comercial, y a una gran parte de la industria que se mueve con energía fósil. También la fragilidad del sistema económico que lo sustenta.
Ahí está una de las respuestas a la pregunta de por qué si el SARS-CoV2 está vivito y coleante en Estados Unidos, y seguirá matando personas, el presidente Donald Trump insiste en suspender el confinamiento y reabrir la economía, priorizando esta última por encima de la vida de sus paisanos. El petróleo guardado en los almacenes necesita ser sacado, que el diésel llegue a las fábricas para mover sus máquinas detenidas, y aviones, barcos, autos, camiones y maquinaria pesada empiecen a consumir diésel y gasolina para que los taladros en los campos de fracking vuelvan a fracturar piedras de bitumen.
Los efectos negativos de la caída de la demanda de crudo son en cadena: la oferta no se detuvo a pesar de un mercado sobresaturado, pero sin venderse ni un barril por falta de capacidad de almacenaje, tampoco fueron a parar a las refinerías que pararon sus máquinas, y los taladros se quedaron como congelados en los campos.
A los operadores del Mar del Norte y los de Texas, el uno en aguas profundas y el otro con tecnología de fracking, les es un imposible financiero gastar 45 dólares para extraer un barril que deben vender a precios de Coca Cola.
En estos momentos todos los productores de petróleo, desde México hasta Arabia Saudita y Kuwait, los países con más bajo precio de extracción están por vez primera en nivel negativo de costos.
A nadie en el mundo le conviene porque, quiérase o no, el petróleo es todavía el combustible que mueve a la economía mundial, y si no se gasta a un ritmo tal que los inventarios nunca se desborden, es porque se está en una crisis económica, financiera y comercial de enormes dimensiones. El FMI la equipara al crack bancario de 1929.
Puede ocurrir entonces lo que con la Covid-19 cuando el ritmo de contagio y la cantidad de enfermos graves sobrepasa la capacidad hospitalaria y las posibilidades de atención médica. Ojalá llegue antes alguna vacuna.